martes, 2 de agosto de 2011

LA BIBLIA COMO LITERATURA. II PARTE.

A. J. Levoratti
Algunas ideas de la clase anterior: ¿Qué es literatura? Su principal finalidad es causar placer estético. Los autores de la Biblia han dejado muestras claras de su interés por la forma en que transmiten su mensaje. La primera condición para la literatura es la competencia lingüística. Cada acto lingüístico se estructura sobre la base de modelos preexistentes, de manera que sin el conocimiento de la lengua resultaría imposible la comunicación verbal. No se aprende una lengua, sino que se aprende a crear en una lengua.

La competencia literaria

Algo semejante es lo que sucede cuando leemos una obra literaria. La obra tiene su existencia propia, pero revela su sentido únicamente al lector que la lee desde una cierta perspectiva y que es capaz de actualizar, mediante la lectura, las virtualidades del objeto literario.

Nadie llegará jamás a comprender y gustar un poema, ni siquiera el más sencillo, si desconoce por completo las convenciones del lenguaje poético. El conocimiento de la lengua capacitará al lector para comprender palabras y frases, pero la misteriosa concatenación de sonidos y significados que configuran el poema será para él poco menos que letra muerta.

Para convertir la secuencia lingüística en estructuras y significados literarios es indispensable haber internalizado previamente una «gramática» de la literatura, de manera que sin esa competencia literaria resulta imposible leer una obra como literatura.

Esta analogía puede parecer dudosa, porque si es obvio que el uso del lenguaje corriente presupone el conocimiento (al menos implícito) del sistema lingüístico, aún no se ha logrado elaborar algo así como una «gramática de la literatura». Sin embargo, es un hecho indudable que resulta imposible acercarse a la obra poética sin una cierta precomprensión, es decir, sin un conocimiento previo de los factores que intervienen en la constitución del discurso literario.

El poema no existe para quien no ve en él más que un conjunto de palabras. El gusto por la literatura requiere un verdadero aprendizaje, y es bien sabido cuánto tiempo y esfuerzo hacen falta para aprender a leer textos poéticos. Dado que la literatura es un sistema semiótico de segundo orden, que tiene a la lengua como base, no basta con hablar un idioma para apreciar los textos literarios escritos en ese idioma.

Sin duda, nuestra lectura no hace surgir la obra de la nada. Pero la materialidad inerte del libro la mantiene como un «puro posible», en espera del lector que la haga revivir. De hecho, la obra no existe más que en el acto de un lector que es capaz de recrearla.

La posesión del código lingüístico es sólo el primer requisito para la lectura, porque el texto literario está constituido por una intersección de códigos distintos. Leer implica entonces el conocimiento de estos códigos: pautas y convenciones culturales, cánones estéticos, recursos retóricos y estilísticos, procedimientos de composición. El texto, a su vez, es un «intertexto», un producto de otros textos con los que puede formar sistema o establecer una ruptura. Así toda escritura, por innovadora que parezca, supone la memoria y la huella de otras, anteriores o contemporáneas.

Una obra literaria no es un objeto sobre el cual bastaría fijar la vista. La lectura comporta la exigencia de una entrega, y hasta una especie de complicidad: prometemos entregarnos a la acción del texto. La lectura comporta la exigencia de una entrega. Leer, en sentido estricto, es sumergirse en un mundo ajeno, a condición de haber abandonado el propio.


PARA TRABAJAR EN EL TALLER.

1) ¿Qué es, a su juicio, saber leer?

2) Lea con atención el siguiente pasaje. Examine en qué medida también usted podría incluirse en la clase de lectores que aquí se describe:

«Cuando yo veo los libros que se venden en las estaciones de los pueblos suburbanos y miro, en el tren que me lleva de San Isidro a Retiro y viceversa, la clase de lectura en que se engolfan los pasajeros… pienso que de veras quien ha aprendido a leer tiene mucho camino que recorrer antes de saber leer. Y que ese saber hay que enseñarlo, pues es tan importante como el otro. Tengo entendido que la lucha contra el analfabetismo tiene prioridad en la Unesco. Sur [la revista fundada por Victoria Ocampo] ha dado prioridad a la lucha contra el otro analfabetismo, el de los que pueden leer y no saben leer.» (“La misión del intelectual”, conferencia dada por Victoria Ocampo en 1957 en la Asociación Pro Naciones Unidas Ana M. Berry).

3) Cuando viajo en transporte público, me asombra ver la cantidad de personas con miradas perdidas. Es un tiempo precioso para escuchar tu música preferida o para leer un buen libro. Una alternativa durante un trayecto es degustar algún capítulo o sección de la Biblia, un libro inspirador. Son guías sencillas de leer pero que con cada lectura te dan un pequeño consejo, una frase profunda o un pensamiento útil.

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