martes, 25 de enero de 2011

EL LENGUAJE DE JESUCRISTO.


José Ferreira

“¡Jamás nadie habló así!”
Un día el Sanedrín, el órgano máximo de autoridad del Templo y también la máxima autoridad judía, mandó a sus guardias a prender a Jesús. Ellos fueron pero no lo prendieron, respondieron que “jamás nadie habló así” (Juan 7,46). No es difícil deducir que Jesucristo era un excelente comunicador, que se explicaba muy bien. Era un líder que usaba principalmente el recurso de la palabra para mover multitudes hacia sí, eran millares de personas, cuando menos en ciertos momentos de su enseñanza, venían de lejos, haciendo largas caminatas a pie y permanecían junto a Él muchos días. Voy a considerar tres aspectos de su lenguaje: el oratorio, lenguaje por imágenes y el uso de la parábola.

Frente a la multitud.
Jesús habló frecuentemente a la multitud, estos breves trazos reflejan este tipo de comunicación y conservan marcar oratorias bastante nítidas. El primero es la versión de las Bienaventuranzas que vienen en el Evangelio de San Lucas:
Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios.
Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados.
Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis.
Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre.
Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el Cielo, porque de ese modo trataron sus padres a los Profetas.
Pero ¡ay de vosotros, los ricos, porque habéis recibido vuestro consuelo!
¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos! Porque tendréis hambre
¡Ay de vosotros, que reís ahora! Porque tendréis aflicción y llanto.
¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros, era precisamente así como sus padres trataban a los falsos profetas! (Lucas 6, 20-26)

La primera observación es esta: al contrario de San Mateo, cuya proclamación de las Bienaventuranzas es un bloque homogéneo de ocho declaraciones positivas “eufóricas”, aquí tenemos dos bloques, uno de cuatro bienaventuranzas, y el otro de declaraciones de infelicidad, imprecaciones, malaventuranzas.

Se trata de bloques antagónicos: los pobres se oponen a los ricos; los que tienen hambre se contraponen a los que “están hartos”, se observa la habitual conjunción adversativa que hace la separación de las aguas...

Además del antagonismo, el texto le da gran relevancia a la alegoría y al paralelismo. La reunión de los tres procesos -antagonismo, alegoría y paralelismo- alerta de inmediato para el efecto oratorio de la proclamación, indudablemente, con esta formulación se obtiene un efecto de solemnidad.

Por otro lado, los mismos procesos recuerdan a textos antiguos, como los salmos y la literatura sapiencial, de la tradición del antiguo testamento. Repárese también en el uso de la segunda persona verbal, de la interjección.

Pero existen dos procesos relevantes, comencemos por la paradoja, realmente tiene mucho de paradoja declarar felices a los pobres y a los que tienen hambre ¿Quién de nosotros desearía esa felicidad?

La paradoja es bastante común en San Lucas e indica una orientación importante de su evangelio: el radicalismo de la fuerza transformadora de su mensaje, que a veces tiene aires modernos de izquierda.

Se trata de una orientación muy fácil de ilustrar: en el pesebre, Jesús no tiene la visita de sabios ni de piadosos, pero si la visita de pastores, considerados marginales, por no poder frecuentar la sinagoga. Fueron esos a los que el Niño Jesús quiso de visita. Al hijo pródigo que, en su regreso, se contentaba con se aceptado como criado por su padre, éste le da un fiesta (que escandaliza al hijo mayor). En la Cruz, uno de los dos ladrones tiene palabras de simpatía para con Jesús, que bastan para que él garantice que “hoy mismo” estarán en el Paraíso –sin recorrer un largo período en el Purgatorio, etc.

Hay muchas cosas desconcertantes, inesperadas en este evangelio, atendemos otro proceso, específicamente bíblico, se trata de lo que llamamos el “viraje al pasivo”.

“¡Felices ustedes, que ahora tienen hambre, porque serán saciados!” ¿Saciados por quién?

El judío piadoso, por respeto, evitaba pronunciar el nombre de Dios, eso solo debía ocurrir en contextos de mucha veneración y encontraba estratagemas para lograrlo, uno de los más conocidos consiste en transportar el verbo a la forma pasiva, sin mencionar el agente, identificado sólo por el contexto. La parte final de la frase, podríamos traducirla a nuestro lenguaje poco respetuoso del segundo mandamiento, así: “porque Dios os consolará”

Bien vistas las cosas, el proceso no está sólo en esta Bienaventuranza, aún no nombrado, es siempre Dios la garantía de estas afirmaciones paradojas.

Veamos ahora un texto de efecto oratorio comprobado: "¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un hombre vestido con ropas finas? Los que usan trajes suntuosos viven regaladamente y están en los palacios de los reyes.

¿Qué fueron a ver, entonces? ¿Un profeta? Sí, Yo os digo, más que un profeta, es Aquel de quien está escrito:

Mando primero a mi mensajero, que prepara el camino delante de ti. Yo te digo, entre los nacidos de mujer, no hay profeta mayor que Juan, pero el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él." (7, 24-28)

Tenemos aquí un generoso elogio, el elogio es casi un lugar común de la oratoria. El inicio del texto está constituido por tres segmentos bastante paralelos, donde la interrogación retórica ocurre seis veces, pero en cada segmento la segunda interrogación funciona también como respuesta a la primera.

Así: ¿Qué fueron a ver al desierto? Respuesta (hipotética): una caña agitada por el viento... he aquí un proceso afín de las llamadas réplicas y contra-réplicas: Jesús imagina una respuesta, una réplica, y argumenta la contra..

Pero estas secuencias de interrogaciones se destinan a crear una expectativa, a hacer misterio, para la revelación siguiente y que esclarece el sentido de la persona del Bautista.

Por dos veces, Jesús asume su autoridad verdaderamente de oráculo, en la segunda vez recurriendo a un juego de palabras y yendo más lejos que la cita de Isaías y sin duda es un texto retóricamente rico, que se repite en Mateo (11, 7-12)

La alusión a los palacios de los reyes es ciertamente un efecto que se nos puede escapar, pues el Bautista no predicaba lejos de Jericó, donde Herodes el Grande mandara levantar tres palacios.

Véase el resultado producido por la intervención:

Y toda la multitud lo escuchó así como los cobradores de impuestos, reconociendo la Justicia de Dios y recibiendo el bautismo de Juan. Pero, al no dejarse bautizar por él, los fariseos y los doctores de la Ley anularon los designios de Dios. (Lucas 7, 29-30)

Obsérvese que los pobres, el pueblo y los cobradores de impuestos, tenidos como marginados, aceptan el mensaje de Jesucristo, y los que tienen el poder, los fariseos y los doctores de la Ley lo rechazan.

La comunicación de Jesucristo con las multitudes se hacía en términos que poseían marcas oratorias claras y, al mismo tiempo, complejas.

El lenguaje por imágenes y su poesía.
Hace tiempo, un escritor judío, llamaba a Jesucristo, “poeta galileo”, no le llamaba profeta, le llamaba poeta. Pienso que hay mucho de poesía en su lenguaje, en particular en el uso que hace de la imagen, hablemos entonces de sus imágenes: de su originalidad, de la frecuencia con que surgen, de su expresividad...

Comencemos por la imagen de la “caña agitada por el viento” del texto anterior, que está casi a la letra en San Mateo. Juan el Bautista enseñaba junto al Jordán, sobre todo próximo a la desembocadura del Mar Muerto, donde estaba su segunda tierra, Qumram, si es que es cierto –por lo menos probable_ que pasó allí varios años.

En el Jordán y en algunos aguadores próximos, había cañaverales, el pueblo de Israel iba a oírlo y el oyente de Jesucristo sabía eso, por lo que la imagen de la caña radica en una realidad de observación familiar al receptor, en donde se descubre el alcance simbólico.

Todos sabemos que muchas veces es difícil darle un aire de gracia a nuestro lenguaje, cuando mucho, nos socorremos de una y otra imagen, de una u otra hipérbole, que es la más de las veces un lugar común. Muchas veces ni eso ocurre, pero en el lenguaje de Jesucristo es muy frecuente que se descubra esa poesía, las potenciales simbólicas de las realidades que lo rodean.

Véanse algunos ejemplos:

Mirad los lirios del campo (Mt 6, 28) es una imagen primaveral; La mies es grande pero los trabajadores son pocos (Lc 10, 2) imagen unida a la recolección del trigo; Sed simples como palomas, prudentes como serpientes (Mt 10, 16) el espacio desértico de Judea explica mejor la mención de la serpiente; Vos sois la luz del mundo (Mt 5, 14) en sentido común, la luz del mundo es el sol, ser la luz del mundo es iluminar todo como el sol. Parece que esta imagen tiene que ver con cierta iluminación nocturna en el Templo; Yo soy el Buen Pastor (Jn 10, 11) esta imagen pastoril, con tradición bíblica hace más sentido en las tierras judías; Vine a traer el fuego al mundo (Lc 12, 49) imagen usada cuando, los incendios consumen una casa, unas plantas, la floresta entera, en este caso, el fuego debe abrasar el mundo entero; No tengan recelo, en el futuro serás pescador de hombres (Lc 5, 10) este era un lenguaje apropiado para Pedro.

No necesita de más pruebas que la imagen era muy frecuente en el lenguaje de Jesucristo, sus imágenes eran expresivas, y siguen teniendo la misma vitalidad y la misma capacidad de sorprender como hace dos mil años.

Pero sus imágenes ¿sería que surgían siempre del espacio circundante? Como en Álvaro de Campos.

Nadie queda prisionero de un proceso aunque lo valorice, se complementa con los otros, se unen. En los ejemplos siguientes, aunque la proximidad a la realidad circundante sea grande, sentimos que las cosas ya no pasan de la misma forma, ya no es tanto el momento concreto, la ocasión que hace surgir lo hallado.

Nadie echa vino nuevo en odres viejos (Lc 5, 37)
¿Un ciego puede guiar a otro ciego? (Lc 6, 39)
No son los que tienen salud los que necesitan del médico (Lc 5, 31)
Esfuérzate por entrar por la puerta estrecha (Lc 13, 24)
El reino de los cielos es semejante a un negociante que buscaba perlas finas (Mt 13, 45)

Véase ahora como una idea puede llamar a una imagen:
¿A quién se comparan los hombres de esta generación? ¿A quién son semejantes’
Se parecen a los niños que, sentados en la plaza, se interpelan unos a otros: “Tocamos la flauta y no danzaste”
Entonamos lamentaciones y no lloraste” (Lc 31-32)

¿A quién, pues, se comparan los hombres de esta generación? ¿A quién son semejantes? Son preguntas de claro tenor literario, sobre la adecuación y la expresividad de la comunicación y no son un caso aislado.

Nótense algunos ejemplos que siguen al texto de Lucas de la Bienaventuranzas:

No hay árbol bueno que dé mal fruto, ni árbol malo que dé buen fruto. Cada árbol se conoce por su fruto: no se cogen higos de los espinos ni uvas de los abrojos.

El hombre bueno, saca los que es bueno del tesoro de su corazón, él que es malo, del mal tesoro saca lo malo, pues la boca habla de la abundancia del corazón. (Lc 6, 43-45)

Entonces:
Voy a mostrarles a quien se asemeja todo el que viene conmigo, que escuchas mis palabras y las pone en práctica: es semejante a un hombre que edifico una casa, cavó profundo y sentó sus cimientos sobre la roca. Sobrevino una inundación, el torrente arremetió con violencia contra aquella casa pero no la derribó, por haber sido bien edificada (Lc 6, 47-48)

Sabemos que Álvaro de Campos es un grande creador de imágenes, que le surgen de inmediato de la experiencia, prestemos atención a algunos ejemplos cogidos de sus poemas:

No tiré billete para la vida,
Cerré la puerta del sentimiento.
Compren chocolates a la criatura a quien seguí por error
Y quiten el letrero porque el mañana es infinito.
Pero tengo que hacer la maleta,
Tengo por fuerza que hacer la maleta
La maleta
Grandes son los desiertos, y todo es desierto
¡Come chocolates, pequeña, come chocolates!
Mira que no hay más metafísica en el mundo sino chocolates
Mira que las religiones sólo enseñan la confitería
¡Come pequeña sucia, come!

Existe ciertamente algún parentesco entre la renovación del repertorio de imágenes que encontramos en el lenguaje de Jesucristo y renovación semejante tan evidente en Álvaro de Campos, poeta sensacionalista, cuya Oda Triunfal, por ejemplo, vive principalmente de descubrir el potencial simbólico de los productos de la tecnología más reciente, de la trepidación de lo actual.

En los siguientes versos de Pessoa podemos descubrir alguna aproximación de la comparación de Jesús que habla de los mudos que juegan en la plaza:

Gato que juega en la calle,
Como si fuera en la cama...

Es común a los dos textos tanto el juego como el carácter urbano del espacio.

Hablar por parábolas
No se puede hablar del lenguaje de Jesucristo sin asignarle el lugar que la parábola posee en su enseñanza. Pero esa no es la parte más difícil de mi tarea, pues leí hace algún tiempo un óptimo libro sobre las parábolas, escrito por un pastor protestante suizo, fue traducido al portugués por un colega mío de juventud, sin ser muy extenso, tiene muchas cosas originales, voy a coger de esto algunas ideas.

Jesucristo fue un eximio parabolista, pero no inventó la parábola, hay muchas razones para creer que era común en la enseñanza rabínica de su tiempo, pero Jesucristo rejuveneció el proceso, lo alarga en términos temáticos y lo aproxima a lo cotidiano y hace pasar a través de él su mensaje lleno de novedad.

Su parábola, como la Fábula de Esopo, surge a la mitad del diálogo y surge sobre todo cuando el diálogo está amenazado, todos hemos tenido la experiencia de ver un diálogo donde ya no existe la comunicación, donde cada uno de los interlocutores se ven llenos de sus razones, pero no pasan de un interlocutor al otro.

En su diálogo con los fariseos, con los saduceos, con los rabinos, Jesucristo ha de haber enfrentado muchos casos así, pero lo mejor es ver como pasaron las cosas y notar que el texto que no es una parábola, tiene encajada una parábola, así que en vez de leerlo, voy a parafrasearlo.

Jesús fue convidado a casa de un fariseo llamado Simón (Lc 7, 36-50) podemos imaginar la situación existente. Habría una sala, la didvisión de la casa, de la que quizá tenía cuando menos una, lpero vamos a suponer que cuando menos tenía dos. En una de las divisiones se encontraba Jesucristo con su anfitrión y estarían también algunos hombres con ellos; era una reunión masculina, machista, las mujeres no se encontraban allí. Aquellos hombres podrían haber estado sencillamente medio sentados en el piso, sobre esteras, en el centro, habría algo como un travesaño y tal vez no hubiera mesa y con certeza no había cubiertos. La reunión se desarrollaba sin sobresaltos.

Aquel conciábulo masculino, va a ser sacudido por una mujer que llega de fuera, ciertamente no dice ninguna palabra, pues es mujer; pero se arrodilla a los pies de Jesucristo y comienza a llenarlos de perfumes y a enjugarlos con sus cabellos; como si ese gesto no fuera ya un enorme despropósito, acontecía que la mujer no era de buena fama, para Simón, era una pecadora, una impura, cuya presencia volvía todo impuro, y un fariseo era muy celoso de su pureza.

Además de eso, el gesto de la mujer era un gesto de gran intimidad, que embarazaba a la gente, que amenazaba la imagen de Jesucristo, Simón se pone a pensar: si este fuera profeta, sabría... en fin, un embrollo.

El diálogo entre Jesús y Simón no tiene hipótesis, por un lado, está Jesucristo, siempre pronto a extender la mano al marginado, a aquel que fue puesto en los grados más bajos de la escala social o moral, y del otro lado, está Simón con sus certezas fariseas, está por tanto en la hora de surgir la parábola. Jesucristo toma la palabra:

“Simón, había un señor muy rico que tenía dos deudores, uno le debía una cantidad fuerte y el otro apenas algún dinero, como ese señor era bueno, perdonó a los dos. Dime ahora, ¿cual de los dos deudores ha de quedar más agradecido?

“Aquel al que más se le perdonó” responde Simón. Muy bien, concuerda Jesucristo.

A partir de ese momento sólo hay que transferir este acuerdo conseguido en la ficción para aquella situación real, teóricamente, aquella mujer tenía para Jesús una gran deuda y Simón una deuda pequeña, Jesús los llamó al Perdón de Dios, perdonó a los dos, ¿Quién ha de quedar más agradecido? Y ¿Quién se mostró más agradecido?

La mujer había ido más lejos que Simón en el descubrimiento del sentido profundo de su persona. Hay en esta parábola, como en otras, un aspecto que merece atención, su aspecto autobiográfico, esto es, aquí como en otras ocasiones, dentro de la parábola, está el modo como Jesucristo ser relaciona con las personas, nombradas marginadas, Él viene para perdonar, para llamar a la dignidad, la libertad de hijos, por eso, su parábola la comentan los hechos e inversamente, los hechos de Jesús explican la parábola.

Las cosas no son tan sencillas como las presento, era preciso ver, por ejemplo, el camino de la parábola desde su presentación original hasta encontrarnos con el evangelio, en grupos donde no se señalan generalmente las circunstancias en las que surgió, la parábola larga del contexto espacial, temporal y cultural, de un tipo concreto de preocupaciones, se aísla, se traduce para otra lengua y cultura, se dirige a un auditorio diversificado... Más tarde será leída como alegoría.

Pero recordemos esto: la palabra parábola en el vocablo portugués y los que corresponden en español, francés e italiano derivan de parábola, esta tiene un tiempo de sucedido incontroversial, oigamos al menos otra parábola, es la del patrón que llama a los trabajadores a su viña, se previene que al final el oyente se siente defraudado, cree que hubo injusticia, pero ese sentimiento es premeditadamente provocado:

La sensación de injusticia se nos impone, hallamos que el dueño de la viña benefició a quienes trabajaron menos, que usó su dinero de una forma poco razonable, según nuestro entender de las relaciones laborales, cuando menos debería beneficiar también y principalmente a quien aguantó todo el día, pero la injusticia no existe en la lógica del parabolista, al final, la familia de aquellos hombres que fueron llamados más tarde también necesitaban comer, la noche iba a ser igualmente larga para todos ellos, y él era dueño de su dinero.

Pero parece que debemos de ver un valor simbólico en el dinero, es la totalidad, quien vino, quien respondió positivamente al llamado tiene derecho a la totalidad, el hijo pródigo tiene derecho a volver a ser hijo, no va a ser más un criado, aquellos trabajadores que respondieron positivamente al llamado van a ser generosamente recompensados. Dios llama, llama siempre y a cualquier hora, en su liberalidad sin límites, da la recompensa total siempre que haya respuesta afirmativa, no actúa como contable, quiere sólo empeño, pasión, hasta porque:

El Reino de los Cielos es también semejante a un negociante que busca perlas finas.
Habiendo encontrado una de gran valor, vende todo y compra la perla.

Jesucristo está sin duda lejos de aquella imagen meliflua que alguna vez quisieron hacer, y del que el propio Eca de Queiroz no se liberó y hay otras muchas así, exige a sus oyentes que piensen.

Conclusión
El lenguaje de Jesucristo está lleno de variedad, de adecuación al momento, de frescura innovadora, poética, se ve que sus palabras cuadran perfectamente con el ambiente cultural que las fuentes conocidas nos indican que era en la época de su enseñanza. Véase, por ejemplo, como aquel lenguaje se une tan íntimamente al paisaje galileo y judío, al nivel físico y humano, a lo cotidiano: por las actividades pesqueras, por la actividad pastoril (el pastor, las ovejas) por la actividad vinícola... está dirigida hacia la vida apartada de los pobres, está hacia los grandes señores con sus sueños y sus viajes, a su administrador, al juicio...

No es un lenguaje descolorido, intelectual, para iniciados, pero para todos, es próximo su experiencia a sus destinatarios, llena de vivacidad, constantemente marcada por la sorpresa, donde la imagen, la hipérbole o la antítesis, la parábola, la interrogación retórica surgen con entera naturalidad.

Es un lenguaje fácilmente memorizable, ciertas imágenes y parábolas no se olvidad y remiten inmediatamente para el mensaje que quieren transmitir, existe en este lenguaje gran eficacia comunicativa, si no fuera sí, no sería el Emanuel, “Dios con nosotros”, no necesitaba recalcare lenguajes ajenos, de filósofos antiguos para comunicar su experiencia de Dios.

Nótese que este lenguaje no tiene paralelo en los restantes escritos del Nuevo Testamento, tiene un estilo propio, inconfundible, que no se repitió.

Para terminar unos versos de Pessoa, no son para el quizá, pero...

Grande es la poesía, la bondad y las danzas...
Pero lo mejor del mundo son los niños,
Flores, música, la luna y el sol que peca
Sólo cuando, en vez de crear, seca.

Más que esto
Es Jesucristo,
Que no sabía nada de finanzas,
Ni consta que tuviera biblioteca....

PARA TRABAJAR EN EL TALLER.
1) Utilice en una poesía las técnicas de antagonismo, alegoría y paralelismo.ç
2) Consulte en su diccionario el significado de “paradoja” y entregue algunos ejemplos en Literatura.
3) Construya algunas frases con sujeto pasivo.
4) ¿En qué ocasiones encontramos “réplicas y contrarréplicas” en un texto literario dado?
5) Investigue acerca de la vida y obra de Álvaro de Campos.
6) Descubra en el diccionario el doble significado de "poeta" y elabore algunas conclusiones.
7) Escriba un poema usando las imágenes que utilizaba Jesús (lirios, mies, trigo, etc.)

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