martes, 10 de abril de 2012

LAS MUSAS GRIEGAS Y LA INSPIRACIÓN.

Inspiración artística

Nueve son las Diosas griegas inspiradoras de filósofos, poetas y artistas. Cuenta la mitología que fueron engendradas en nueve noches consecutivas.

Actualmente el término Musa se aplica no solo para definir a una persona que sirve de inspiración a un artista, sino también para explicar la afluencia creativa en cualquiera de las materias artísticas: “a ver si encuentro a mi musa” que viene a ser sinónimo de inspiración.

Explicación histórica mitológica.

Hijas de Zeus y de Mnemósine y nietas de Urano y Gea se las ubica mitológicamente en el monte Parnaso a cuyos pies se construyó la fuente Castalia de donde fluía el agua que, se suponía, purificaba a todos los artistas. También se dice que tenían un templo en el monte Helicón.
Pocos son los mitos que las mencionan, pero se dice de ellas que solían ser las cantantes de las fiestas que organizaban los dioses. También formaban parte del cortejo de Apolo y que conseguían, inspirando a los reyes, que éstos se ganasen el respeto de su pueblo.
Existe una leyenda de un enfrentamiento con las piérides (también nueve mujeres). Cada uno de los grupos de hermanas entonaron una canción y aun siendo armónicas las dos melodías, fueron las musas las que consiguieron mayor aceptación. Así que las piérides fueron castigadas por las propias musas que las convirtieron en urracas para que lo único que pudieran “entonar” fueran graznidos.
Nueve son las Musas y cada una de ellas está relacionada con una materia artística:
  • La mayor es Calíope, representa la elocuencia y la poesía épica. Suele portar un estilete y una tabla de escritura.
  • La siguiente, Clío, es la musa de la historia y de la poesía heroica. Suele representarse sosteniendo un rollo de pergamino.
  • Erato es la musa de la poesía amorosa y de la mímica. Es una lira la que sujeta.
  • Euterpe, la cuarta, es la musa de la poesía lírica y de la música. Y suele ser representada con una flauta.
  • La musa del teatro trágico es Melpómene. Un cuchillo en una mano y una máscara trágica en la otra es su imitación más común.
  • Polimnia representa los himnos sagrados. Simboliza la discreción por eso se la suele mostrar con un dedo sobre la boca, También una imagen típica suya es con un codo apoyado sobre una columna en actitud pensante.
  • La musa de la danza y de los coros dramáticos es Terpsícore. Y suele ir sentada con una lira. Como curiosidad se dice q fue la madre de las sirenas.
  • Talía es la representante de la comedia y de la poesía pastoral. La máscara de comedia y un cayado de pastor la simbolizan.
  • Y la última de las musas, Urania, que es la protectora de los astrónomos y los astrólogos. Y suele aparecer con una esfera en una mano, una espiga en la otra y con un manto cubierto de estrellas.
Inicialmente y tal y como son descritas se las relacionaba únicamente con la poesía y la música, pero no a modo de influencia sobre los artistas si no simplemente representantes de esta materia. El mérito a la reciprocidad actual que existe entre todas las artes y la Musas se la debemos a Platón que estableció este orden, atribuyendo a las musas el poder de dotar a los artistas de influencias creativas y creadoras.

Musas e Inspiración

Se llama inspiración a ese estímulo que consigue de repente que un artista crea que su obra es un elemento creativo diferenciador.
Todo lo relacionado con la inspiración es una búsqueda constante de elementos, circunstancias, hechos, personas que consiguen dotar al artista de una fuerza creadora imparable.
Queda por saber si el talento artístico depende de los momentos inspiradores, de ese instante en el que las musas soplan en el oído sintonías de creatividad, o si como dijo Pablo Picasso “cuando llegue la inspiración que me encuentre trabajando”.
Quizá sea una mezcla de los dos conceptos y ese soplido que llega del interior de cada uno de los artistas, sirva para iluminar el sendero de su trabajo.
Inspirados por Calíope, Clío, Erato, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Terpsícore, Talía y Urania se podría concluir que todo ser humano es un artista en potencia y que sólo depende de las circunstancias que le rodean para que cada uno aplique su arte a la vida. Alguien dijo alguna vez que “somos pequeños dioses en potencia”. Bonito concepto para hacer más armónica y armoniosa la vida. Lástima que no siempre se perciba el suave susurro melódico de lo que las musas quieran contar.
Linkografía: Las Musas griegas: Inspiración artística

LA INSPIRACIÓN, EL MISTERIO DEL ARTE
Felipe Aguirre
«No hay nada más elevado que acercarse a la Divinidad hasta donde otros no llegan y, desde allí, irradiar los efluvios divinos sobre el género humano».
L. van Beethoven

En el mágico seno del mundo intuitivo, donde la imaginación todo lo crea y una realidad sutil toma forma, habita serena e inmaculada una hija privilegiada de los dioses: la Inspiración. Con su inconfundible perfume y nívea mirada, derrama los dones más preciados sobre aquellos que saben entonar su invocación. Rodeada por sus nueve mensajeras, las Musas, embriaga las mentes de poetas, músicos, pintores y escultores para que, arrobados por un frenesí báquico, logren contemplar con verdadero entusiasmo la fuente misma del Arte y la plasmen en el reino de los hombres a través de creaciones sublimes.

¿Cuántas horas no hemos pasado frente a un papel vacío tratando de capturar una idea? ¿Cuál es ese «poder mágico» que ha hecho inmortales ciertas obras de arte, mientras que otras, simplemente, han caído en el olvido?

Desde la antigüedad, poetas y artistas han sentido la necesidad de encomendarse al poder inspirador de las Musas. Considerándose tan solo humildes instrumentos de lo divino, iniciaban sus cantos con una invocación:

«Cuéntame, Musa, la historia del hombre de muchos senderos, que, después de destruir la sagrada ciudad de Troya, anduvo peregrinando larguísimo tiempo (...) ¡Oh diosa, hija de Zeus!, cuéntanos aunque no sea más que una parte de tales cosas». (Homero, La Odisea I)

«¡Salud hijas de Zeus! Otorgadme el hechizo de vuestro canto». (Hesíodo, Teogonía)

«Cuéntame, Musa, las causas; ofendido qué numen o dolida por qué la reina de los dioses a sufrir tantas penas empujó a un hombre de insigne piedad, a hacer frente a tanta fatiga. ¿Tan grande es la ira del corazón de los dioses?»(Virgilio, La Eneida I)

«¡Oh musas, oh altos genios, ayudadme! ¡Oh memoria que apunta lo que vi, ahora se verá tu auténtica nobleza!» (Dante, La Divina Comedia, Infierno II)

Y no se trataba sólo de una fórmula literaria o de una simple costumbre; por el contrario, representaba para ellos la puerta de entrada al sagrado recinto del mundo creativo, donde los hechos mitológicos y las gestas heroicas, revestidas de sublimes versos e incantables melodías, yacían en su esencia más pura.

LAS MUSAS
Según la mitología griega, las nueve Musas descienden de Mnemosina, la diosa de la memoria. Por ese misterioso y simbólico parentesco, actuando como mediadoras entre los mortales y los dioses, entre el mundo divino y el terrestre, otorgan a los hombres el acceso a esa memoria celeste, a ese gran «archivo» donde –al decir de Platón- habita el mundo de las Ideas puras o Arquetipos, origen de toda creación artística. En otras palabras, es como si ellas tuvieran la capacidad de hacer «recordar» a los artistas, para que «cuenten» al mundo algo que éste todavía no conoce, algo que existe en estado latente, pero debe primero ser expresado en nuestro mundo material para poder hacerse perceptible a los sentidos físicos. Si reflexionamos acerca de esto, recordaremos que hubo un día que no existía la Quinta Sinfonía de Beethoven, ni el Romeo y Julieta de Shakespeare y, sin embargo, vinieron en algún momento a la existencia y, lo más importante de todo: vencieron la prueba del tiempo para dar a sucesivas generaciones un mensaje único y atemporal.

Así pues, en este largo camino que recorre la obra maestra desde sus invisibles orígenes hasta nuestros sentidos físicos, es donde se gesta el mágico proceso del genio creador. En él no solo intervienen el artista y su idea; más allá de estos dos factores, existe una larga cadena de eventos que son imprescindibles para que una obra llegue realmente a tener el «soplo divino».

El célebre filósofo griego Platón describió magistralmente este hecho en su diálogo sobre la poesía titulado Ion. Empleando una metáfora, nos cuenta que la Inspiración es una virtud que, representada de forma simbólica por una piedra magnética llamada «heraclea», tiene la capacidad de «magnetizar» todo aquello que entra en contacto con ella. A manera de anillos de hierro, se van uniendo a esta fuerza los diferentes seres que intervienen en el devenir creativo: en primer lugar las Musas, luego el poeta -en este caso, hace alusión al artista en general- y, por último, el público. Al estar todos unidos por ese magnetismo divino, participan de la «fuente primaria» que, a su vez, proviene del dios Apolo, aquel que rige las artes y, en especial, la música. También explica que «no es mediante el arte, sino por el entusiasmo y la inspiración, que los buenos poetas épicos componen sus bellos poemas». Con la palabra «arte», se refiere a los medios técnicos de que dispone un artista que, como bien sabemos, no constituyen la finalidad sino tan sólo una herramienta; y aquel «entusiasmo» del que habla no es otro que el enthousiasmos griego, cuyo significado asociamos a la inspiración o la presencia de lo divino en el ser humano.

Pero para que esa fuerza primigenia pueda llegar completamente pura al último eslabón -el público- es necesario que los anillos intermedios -en este caso el compositor o poeta y el músico intérprete o rapsoda- sean un verdadero medio o «canal» para que lo sagrado se manifieste a través de ellos, como el diamante, a través del cual se trasluce de forma pura la luz solar.

EL FUROR DIVINO
Otro aspecto importante, a través del cual podemos comprender la esencia de la inspiración, es el llamado «furor divino». Según los antiguos griegos, había diferentes maneras de «entrar en contacto» con el mundo celeste, con aquellos planos superiores donde se daba origen a todos los aspectos de la creación. Pero como se trataba de un mundo invisible y no accesible a través de los sentidos físicos, aquel que quería penetrar debía ser «arrebatado» por una fuerza superior a él. Este impulso inspirador que se ha dado en llamar furor divino, se manifiesta entre los hombres -como nos sugiere Marsilio Ficino en sus escritos- a través de cuatro aspectos: el amor (regido por Venus), la adivinación (bajo la protección de Apolo), la poesía (presidida por las Musas) y los Misterios (regidos por Dionisos). Es a través de estas cuatro formas de furor que actúa la ola creadora entre los hombres, aquella fuerza que llamamos inspiración. Debemos recordar que la palabra furor, que para el hombre moderno tiene una connotación diferente, para los antiguos era sinónimo de delirio o posesión divina.

Respecto al furor poético, aquel que concierne a la creación musical en concreto, encontramos la siguiente cita de Platón en su diálogo Fedro: «Hay otra clase de delirio y de posesión, que es la inspirada por las Musas; cuando se apodera de un alma inocente y pura aún, la transporta y le inspira odas y otros poemas que sirven para la enseñanza de las generaciones nuevas, celebrando las proezas de los antiguos héroes. Pero todo el que intente aproximarse al santuario de la poesía, sin estar agitado por este delirio que viene de las Musas, o que crea que el arte solo basta para hacerle poeta, estará muy distante de la perfección; y la poesía de estos entendidos se verá siempre eclipsada por los cantos que respiran un éxtasis divino».

LAS MUSAS DEL PRESENTE
En medio del mundo tecnológico y científico en el que vivimos, se observa el fenómeno de la inspiración como un producto de la parte creativa de la mente. A pesar de que los estudios más modernos no logran revelar de dónde provienen exactamente aquellos impulsos que impelen al ser humano a crear cosas nuevas, se tiende a centrar el origen creativo en el individuo mismo y en su capacidad mental. El arte del hombre moderno, más allá de las formas que utilice, se satisface en gran medida tan solo de ese –si bien rico- limitado potencial de la mente y lo puramente imaginativo. Sin pensarlo, hemos olvidado que el artista no es más que un instrumento de algo mucho más grande. Alejados ya de aquellas antiguas invocaciones a las Musas y, en cierta forma, alejados de aquel mundo que Platón llama «de los arquetipos», contemplamos en los albores del siglo XXI una nueva expresión artística más «moderna», más «original», más llena de «técnica», pero a su vez, menos «despersonalizada» y, por ende, menos «inspirada»… Pero como la historia suele repetirse una y otra vez, quizá estemos a las puertas de un «nuevo renacimiento», de un nuevo «retorno a los orígenes»; y entonces quizá digamos: qué suerte haber conservado el legado del mito antiguo, aquel que abre nuestro conocimiento a otra realidad, a otro modo de comprensión; aquel que con su poesía y su metáfora despierta en nosotros una cualidad intuitiva, una imagen invisible que nos cuenta algo que la razón tal vez no comprende, pero el alma sí.